A mitad camino entre el breakfast y el lunch encontramos el brunch. Un sinónimo de disfrute gustativo relajado en un día en el que uno se levanta demasiado tarde para desayunar y con hambre suficiente para comer. Pues bien, el brunch ahora se toma con Espresso 43.
Casi cien años tiene esta costumbre, la de servirse un brunch, pues nació en los años 30 del pasado siglo en EE UU, “pensado para los juerguistas del sábado noche” decía la revista PUNCH. Esa definición todavía le hace justicia.
El brunch es una comida social que en algunos ámbitos alcanza el estatus de “tradición de los domingos”. En la hostelería abre un nuevo momento de consumo en una franja horaria en el que los desayunos se retiran y todavía no se sirven comidas. En España es una opción que cada vez se observa más en grandes ciudades.
El tiempo es un ingrediente más en el brunch
Lo decíamos ya que esta es una comida propia de día festivo. Se disfruta a unas horas en las que seguramente uno está trabajando de lunes a viernes. Por eso sienta tan bien, porque sabe a libertad de horarios, a día libre, a que nadie está pendiente del reloj.
El brunch en compañía, con la pareja o con amigos, es una cita que favorece la conversación. Y si uno lo toma solo, se convierte en un momento perfecto para leer el periódico en papel o un par de capítulos de la novela que tengamos entre manos. El brunch, además es la ocasión perfecta para olvidarnos del smartphone y sus constantes notificaciones.
El brunch perfecto se sirve con Espresso 43
El brunch actual incluye un Espresso 43, elaborado con el mejor café de especialidad, hielo y Licor 43. Así se consigue la experiencia completa: con cubitos de hielo grandes, un café de especialidad espresso de grano tostado natural para que se conserven todos los aromas y cinco centilitros de Licor 43, que equivalen a cinco segundos sirviéndose directamente de la botella.
Todo lo que se sirve en un brunch es apetitoso: huevos benedictine, una tabla de embutidos, tarta de fresas y un perfect serve de Licor 43, puede ser un primer ejemplo. Es el momento también de los zumos recién exprimidos, de las tostadas con aguacate y de la fruta fresca cortada lista para tomar.
Siempre hay un plato de huevo en el brunch: escalfado o revueltos son posibilidades, pero puestos a recrearse nuestra opción serán los Huevos Benedictine: son los que se sirven sobre dos mitades de pan de muffin inglés, con panceta y generosamente bañados en salsa holandesa.
Los aromas de la canela nos embelesan cuando llega a la mesa una French Toast caliente, esa rebanada de pan empapada de leche o almíbar, rebozada con huevo y frita en harina que en definitiva es prima hermana de la torrija española.
Pongámosle a nuestro brunch algo de pastrami y será típicamente neoyorkino, si la tabla de queso lleva comté tendrá un toque francés o si en vez de tiras de bacon, nos sirven guanciale nos sentiremos casi tomándolo en Milán. El poder evocador de algunos alimentos se multiplica cuando uno los degusta sin prisas.
El final
Cuando nos levantemos de la mesa -si es en una terraza donde sirven brunch todavía mejor, ahora que viene el buen tiempo- todavía tendremos toda la tarde del domingo por delante. Podremos pasear al sol y llegar de sobra a la primera sesión del cine o de nuestra maratón de series en Netflix.
Independientemente de lo que finalmente hayamos incluido en la mesa, el final está claro: queremos llevarnos un buen sabor de boca. Elegimos un Espresso 43 y disfrutamos de su perfect serve: con hielo, café de especialidad y un toque de Licor 43. Delicioso y persistente, Espresso 43 nos da un final perfecto.